miércoles, 22 de agosto de 2012

Verduras Cartesianas.

En este orden de los colores y desplazamientos, en que el puesto de verduras había sido desplazado desde la esquina de la intersección del camino un poco más al poniente debido a un par de accidentes que casi habían matado al abuelo, la abuela había insistido en llamar a los hijos y nietos para que le ayudasen a cambiar el local.


El cuadrangular establece que las verduras que se estropean luego estén en los primeros puestos, cercanos a las personas que pasan y expeliendo sus olores como con concepto de vitalidad. La visión de las frutas, algunas partidas para mostrar la carne también ayuda. Las acelgas con las lechugas, el cilantro y la albaca que le vende frescas don Pato, las coliflor y beterraga de la huerta Miraflores al final porque duran harto, los sacos de papas amontonados que unas son para cazuela y las otras para papas fritas, unas limpiecitas y las otras con tierra todavía. A los plantanos casi maduros tiene que bajarles el precio por kilo para que se lo lleven pronto, las manzanas verdes y rojas de la época, con las peras que están listas para comerlas crudas porque el jugo se les cae y también para cocimiento. Los membrillos bien duros pero maduros igual se los llevan para hacer algún juguito. Las mandarinas y naranjan, las bolsas de limones puestas por la mitad. La cebolla y el ajo que no tienen que faltar, menos el pimentón rojo y verde, tampoco el ají.

La radio, colocada sobre el mesón donde guarda el dinero el viejo Juan, emite alguna música y noticias intercaladas a medio volumen. El viejo mira al horizonte porque ha aprendid a mirar al horizonte volviendo en sus pensamientos al pasado, a eventos que le permitan descubrir los sucesos presentes mediante las figuraciones de los mismos objetos esenciales que se han presentado y huido dentro de bolsas de las mismas caras más jóvenes. Esferas, láminas, cilindros, trazos, fuerzas, vectores, dimensiones, sensibilidades, texturas y olores.Podría decir el viejo que ha existitdo porque ha sabido darles algún nombre, porque ha pensado en ellos y ha construido todo un mundo relacional que termina en las ollas como guisos, en los platos como alimento natural, energía a fin de cuentas.

Porque hay infinito desprecio, lo siente, en las portadas de los periódicos que constantemente tratan de engañar, es lo que piensa, a los lectores, no lo duda. Es por eso que ocupa ese papel para darle envoltura a los trozos de zapallo y como cambuchos para las frutas pequeñas como la uva que aparece a fines del verano y que les regala a los cabros chicos que hacen piruetas en el semáforo para ganarse unas monedas. El agua con que refresca el suelo, el techo de totora con barro, le acompañan con algún libro como buen conversador letrado. Sus ojos le llamean con las historias, se le revuelca el cerebro con las ideas mientras mastica una manzana.

El hombre sabe, lo ha conversado con su mujer, le dice cuando le trae el pan caliente y le prepara el tomate con un diente de ajo para que quede mejor, le dice que el puede dudar de todo lo que ha hecho, de todo lo que ha entrega o vendido en su negocio, de todo lo que ha dicho; que a cada instante el mismo podría ser el hombre que tuviese el mismo físico, pero viniera de otra historia, que eso es lo que piensa cuando está solo mirando al horizonte, pero que no puede dudar de que duda.

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