martes, 7 de agosto de 2012

-.-. .... .- - (Chat)

 
Se puede decir que Martín Sails escapó del pueblo para no sentir la veguenza de ser apuntado por la gente frente a su fracaso amoroso, le amaba desde niño y en el momento en que se le declaró fue rechazado, profundamente rechazado, despreciado. De una pena tremenda pasó a una rabia digna, sentía perdidos todos aquellos años acumulados que su timidez le impedía decir.


Partió, partió Martín Sails a la ciudad para olvidar. Y había un gran movimiento humano porque las tropas del ejército estaban hambrientas de hombres para la guerra, la guerra de todas las naciones que se desenvolvía aún lejos. Ese fue el primer destino de Martín Sails, enlistarse y aprender a manerjar un arma. Pronto se supo, lor rumores corrían rápido, que Martín había trabajado en la oficina de telégrafos de su pueblo, por lo que subió de rango y fue establecido en el área de comunicaciones.

Victoria Rodriguez había recién salido del colegio, le había pedido a su padre que la inscribiera en el instituto de telégrafos. Por lo que, en el curso de unos seis meses había logrado dominar con creces las posibilidades de comunicarse con puntos y rayas. En Ciudad de México, ella era una de las tantas señoritas que durante la guerra quedaron contratadas para recibir los telegramas desde el otro continente, noticias, tratados políticos, muertos, batallas perdidas y ganadas era lo que se recibía en esos agitados días.

A veces Victoria debía quedarse a hacer turnos, lo hacía con gusto pues su  hermano era uno de los quinientos voluntarios mexicanos que habían partido a luchar contra ese tirano de Hitler. A su hermano lo quería mucho, pues habían pasado toda su infancia jugando en el patio, no descanzaban desde que salía el sol hasta que se ponía. Deseaba con toda su alma saber de él pero no saber malas noticias, no ver el ‘..-. . .-.. .. .--. .   .-. --- -.. .-. .. --. ..- . --..   -- . -..- .. -.-. ---’ pasando por la cinta de papel.

Carentan, cerca de Normandía, es día domingo. El sargento Zegel al mando de las tropas de voluntarios del mundo, cruza la sala de comunicaciones apurado, un papel un su mano apretada apenas se muestra. Ve a Martín Sails sentado, tomando una taza de café para calentar el cuerpo.

-Cabo Sails, ¡Buenos días!- Martín se para y le saluda con el gesto militar.

-¡Buenos días sargento Zegel!¿Alguna notica que comunicar?

-¡Pues claro, a eso vengo!

-Adelante, dicte las palabras, en unos segundos llegarán a destino.

-A Ciudad de México, debes comunicar el lamentable deceso de tres soldados de ese país: Daniel González, Hernán Díaz y Felipe Rodriguez. Allá deben recibir y comunicar respectivamente a sus familias que se comportaron digna y heróicamente, que serán recordados por su gran aporte desde que llegaron las últimas batallas.

En Ciudad de México era temprano, hace poco que había amanecido y las campanas de las iglesias para las primeras misas de los madrugadores resonaban entre toda la ciudad, en la plaza la oficina de telégrafos estaba encendida, disponible a recibir las noticias del mundo entero. Era el turno de Victoria y había pasado toda la noche despierta, estaba casi durmiendose de aburrimiento cuando escucha la maquinita que recibe la comunicación y parte corriendo. Es de Carentan, cerca de donde habían enviado a las tropas mexicanas, seguramente tendría noticias tal como le había avisado el muchacho al otro lado el océano. Martín le habá prometido conseguir noticias de su hermano a toda costa, era simpático y le caía bien pese a no conocer su aspecto. Desde hace unos días que se mandaban mensajes saludandose.

Martín sabía que al otro lado estaba la hermana del último soldado, era un dilema porque debía cumplir el deber pero no quería hacerle daño a la jóven que recibía la noticia tan directamente. Se preguntaba si sería capáz de pasar esos signos a letras, si soportaría toda la pena para lograr comunicar la noticia y soportar el choque. Sabía que el último soldado era le más querido de esa chica y que el dolor sería tremendo, sin embargo comenzó a escribir los nombres de los caídos en batalla uno por uno.

Puso un ‘.- - . -. - .-’ para que prestara atención, escribió el nombre de Felipe y por último escribió ‘.-.. ---   ... .. . -. - ---’. De verdad lo sentía. Recibió un ‘-.. --- .-.. --- .-. --..--   .-.. --. .-. .. -- .- …’ expresando el sentimiento. Martín le devolvió un ‘.- -... .-. .- --.. ---’.

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