martes, 21 de agosto de 2012

Vieja Escuela

 
¿Si fuera un gran grito el que transmitiera a través del cielo por ondas radiales todos se atreverían a escucharlo? Ahora, en estos tiempos, lo dudo. El círculo de la voz ha diminuido a los objetos que gurdan sonidos. 


Las noticias transmitidas por AM y sus comerciales estilosos de la mejor mantequilla o la tienda con el calcetín más duradero que en esos tiempos del blanco y negro y cremas inundaban las vibras de la poca información y el mucho cariño desastrado de los humanos, resultan ser grandes epopeyas a la creatividad. 

Dónde la imaginación se enriquecía por las palabras de un hombre o una mujer encantador de multitudes con sus texturas sonoras. Era el momento de la exhuberancia de los chalecos de lana y el cotelé, apenas cabían en un maletín los antiguos celulares, apenas alguien tenía siquiera teléfono, todos atentos a las ocho de la tarde de cada jueves,  a las cinco los viernes y todo el sábado. 

Con programas de ciencias, de tecnología, de arte, de libros, de radio teatro. Era cuando se cargaba software a un casette con ondas radiales desde computación 2001 para que el Atari lo leyera. La edad de los viejos, el momento de la gran muralla que se derrumbaba y se perdía la conexión con toda autoridad, alejándose como globo goloso que búsca el sol.

¡Ah! Pero ahora ya ni se esucha a sí mismo. Continúa maquinalmente bajando la escalera por la tarde al salir del trabajo, doblar a la izquierda si no tiene hambre, a la derecha si tiene hambre pues pasa a comprarse un sandwish. Camina por la vereda y con sus lentes medio quebrado no alcanza más que mirar los trazos de la senda y los adoquines dormilones aplastados por el calor y el frio perdiendo toda divinidad de roca.

Ignora el bazar en que a veces compra un yogur, pasa de lado de una tienda de ropa boutique en que un par de niñas lindas acaban de entrar, las huele pero sigue de largo. Una librería de viejo, una galería de arte en donde se venden caras ilustraciones de artístas reconocidos, una cafetería en que ofrecen pasteles árabes, salta una poza porque prefiere mantener el calor que le da el escazo cigarrillo que prende y espera en el semáforo que den el verde. La gente sale del supermercado a cada instante y toma el taxi con sus bolsas, las micros cruzan al norte y al este. El amor salta a la revuelta.

Más al sur suenan las sirenes, una cuadra más al poniente cruzan rápidamente dos carros lanza-aguas y un escuadrón de hombres con armadura verde se enfrentan a trescientos mil jóvenes desnnudos, atrás avanza el batallón da caballería contra esos terroristas desnihibidos, reclamadores, inútiles y subversivos. El hombre ha leído que quieren algo más que la educación represora, un nuevo sentido, un nuevo país es lo que búscan, y están encadenados porque la vieja escuela ha renunciado a sus sueños, se arrastra en la realidad amarga.

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