jueves, 9 de agosto de 2012

La historia de un pueblo grande.


 


La historia de mi pueblo no está escriba con esos signos que ustedes cuidan tanto, nosotros la llevamos como una gran mochila que nos da alas y otras visiones a las que ustedes no acceden. El pasado está con nosotros, y los grandes señores que guiaron a mi pueblo conversan cada día en nuestro cotidiano.

Eramos los maestros de las bestias, cada uno lograba entenderse con una especie y conectarse con su ciclo natural, así nosotros podíamos conversar con la naturaleza, ocuparla, protegerla y protegernos. Los ritmos eran distintos, las paisajes, las miradas. Era un pueblo que sabía lo que hacía.

Y todos los días salía a bailar y coger los alimentos e iluminarse con tanta maravilla constante. Todos vivían del contacto con la tierra y sus avatares. Algunos aprendían los rugidos, balidos, todos los sonidos con que cada animal podía decirlo todo. Otros buscaban las palabras para llevar historias de las rocas más bellas. Otros contaban como crecían los árboles, como florecían las plantas, como nacían los frutos, cada detalle. Eso, grandes detallistas todos que podían solazarse contando sus propios mundos, ese era su poder.


Pero en algún momento que se perdió en las historias de nuestro pueblo, la vida se les fue apagando. Dejaron de tener energías para hacer lo que hacían desde tiempos inmemoriales. De tanto apagarse que se fue apagando y el frio cubría la tierra. Los más valientes decidieron viajar a las tierras del caos. Y fue un grupo pequeño que durante un tiempo se dedicó a recopilar las principales historias del pueblo que dejarían.

Cuando las principales mujeres, hombres y niños vieron que no podían quedarse más decidieron partir al norte, en las barcas que confeccionaron, algo más grandes que lo usual. Remaron varias semanas hasta instalarse en las primeras tierras, donde aún podía respirarse paz. Desde ese entonces es que han vivido ahí, en algunas ocasiones algunos grupos han subido más a conocer otros pueblos, pero ahí es donde se puede encontrar el origen, el inicio de nuestros orígenes.

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