miércoles, 12 de septiembre de 2012

Pequeña marcha



Una extraña caminata a través de las calles del centro de Santiago para poder llegar a presenciar en las afueras del estadio nacional el acto y las manifestaciones que recuerdan, mediante velas,  discursos, expresiones artísticas y conversaciones con los amigos, como es que aún perdura la huella del brusco cambio que fue pasar de ser un pueblo libre a dictadura. La memoria perdura, por eso es que es se debe respetar, para que núnca más vuelva a ocurrir.

Pineiden lo siente, lo observa todo,  tan significativo que es día en que se llegó a perder el poder y a suprimir la voluntad hace treinta y nueve años. Es una tarea grande la que queda esa de retomar lo que quedó y volver  a tejerlo todo, araña resignada. Recolecta algunos documentos como la revista La bicicleta para saber como era una revista de ese tiempo, que es lo que se decía y comentaba. Da algunas vueltas mirando las expresiones, tratando de excuchar las palabras que se escapan de las conversaciones, atento a algunos discursos que apuntan siempre a la unidad y a la recuperación de las fuerzas sociales. Saluda a los amigos cuando los encuentra. Se despide, debe atravesar hacia el sur la mitad de la ciudad.

Toma una micro hasta San Francisco, ahí se baja y cruza al paradero, observa que solo pasan taxis  llenos, una mujer con su hija toman uno libre hasta el paradero 5 de Santa Rosa. La 207 y 209 no estaban pasando, supuso que habían cancelado el recorrido por esa noche, pensaba en llamar a sus amigos que viven en el centro para pedirles alojamiento si es que no pasaba una micro en una media hora. A los quince minutos pasó la 205 que se dirige por Santa Rosa hasta el paradero 37 donde se encuentra la municipalidad de La Pintana. Por lo que veo que tendré que caminar, llama  a su papá para ver si puede ir a buscarlo.

- ¡Papá! ¡Hola!

-¡Hola hijo!

-Oye, te llamo porque resulta que no están pasando micros y la que pasó llega al 37.

-Entonces quedate allá, donde un amigo.

-¡Es que ya la tomé!

-Mmm...- a regañadientes- bueno, pero dime ¿en cuántos minutos estás por allá?

-Creo que como en cuarenta, pero te llamo cuando esté en el 25 de Santa Rosa, de ahí son 15 minutos hasta el 37.

-Bueno, ¡chao hijo!

Se va pensando un tiempo y se acuerda de las revistas que acaba de conseguir, que han perdurado más de veinte años, saca una y coincide que es una en que salen los prisioneros, un reportaje sobre un documental del carrete en la playa en tiempos de dictadura y una entrevista a la cantante soledad, entre otras cosas. La guarda, piensa que es interesante el registro, para futuros usos, mira también los dibujos que componen las distintas páginas, los guarda en su memoria.

Le llaman desde casa un par de veces, el papá preguntando también donde va. Avisando que se puede pasar hasta el ombú no más porque la avenida está llena de fogatas. Bueno, dice, es lo que quería ver, tomarle el pulso a la experiencia de ver que es lo que pasa un clásico día de violencia.

En la micro, se pone a conversar con un hombre y un jóven que lleva una bolsa de pañales, les pregunta si para la micro en el 37 o hay que bajarse en el 36. Ahí le dicen que para a la vuelta del 27. En tanto, desde el 30 se ven diversas fogatas en la calle, con personas cuidándolas, que dan a las poblaciones como la Santo Tomás. Por la zona de Antumapu hasta el 37 no hay, solo patrullas que vigilan el camino. A lo lejos, llegando al 36 se ve una grande cerca de un gimnasio. La micro llega a destino, dobla y para en el paredero, baja un buen grupo de personas.

Es la zona de batalla campal, unas cinco camionetas con carabineros se preparan con sus cuadrillas con implementos de seguridad. Caminan rápido por medio de la calle el hombre, el jóven y Pineiden. Conversan que también la señora con el niño en silla de ruedas y dos mujeres más van al 48 de Santa Rosa. Deciden esperarla una vez que puedan cruzar. Ven que a lo lejos los muchachos de las poblaciones cuidan los fuegos y lanzan piedras a los vehículos de la policía. Toman la precaución de avanzar en medio de la zona sin pasar por el fuego cruzado.

El grupo avanza al costado poniente en donde está la ciclovía, caminan los quinientos metros que faltan hasta donde está el vehículo del papá de Pineiden. La cantidad de fuegos es cerca de quince y unas doscientas a trescientas personas repartidas en todo lo largo de la zona de batalla, a veces pasan nuevas patrullas y entonces tienen que alejarse. Pero el grupo avanza, juntos están mejor protegidos.

Se acercan a la entrada de la villa Mapuhué, a unos cien metros del ombú. Ahí se comienza  adivizar la camioneta que se divisa estacionada en la misma verma. Al avanzar, le ofrece al grupo llevarlos, el hombre con quien habló al principio llegaba hasta ahí, el muchacho con los pañales acepta pero la señora con el niño en silla de ruedas sigue de largo (tal vez, desconfiando). Como aún queda espacio en el auto esperamos un siguiente grupo de caminantes, ellos suben porque también van hacia el 48. Sacan la escalera y unas tablas, las amarran a la parrilla.

En menos de cinco minutos están en el paradero 48, lugar que les acomoda a la mayoría que agradecen por llevarlos. Dos hombres más que viven en la villa siguen adentro, a uno lo dejan en Los Granados al frente del colegio Esjelaví (de los evangélicos); al otro, que casualmente es el papá de un excompañero de la Eldita, lo dejan en Los Duraznos con Las Higueras. Una cuadra más y termina el viaje, la pequeña marcha a casa.

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