lunes, 9 de julio de 2012

Vaso de Agua.


Falsario, que era su nombre,había estado caminando varias horas por el seco camino que iba de Rosario a La Estrella, le habían dejado en el cruce. Su amigo Juancho lo llevó en su carreta pero él iba a Melipilla. Dos o tres horas, principios de enero, sin viento y el sol taladrando con sus rayos su cuerpo. En la cabeza no tenía problemas pues llevaba una buena chupalla que le había regalado su viejo.


Había llegado de lo más bien hasta las minas de caolín, desde allí había sentido la garganta seca. Ningún alma había salido a mirarle, en realidad nadie vivía por allí en ese camino, pero tampoco los animales andaban de ganas ni de ladrarle ni piarle.

No llevaba ninguna cantimplora, pensaba que alguien podría darle otra mano pero avanzaba a paso lento. Se sentía casi un afuerino, después de permanecer tantos años en la ciudad trabajando, debía volver a buscar a su madre, luego del funeral estaba casi convencido de que debía volver a la ciudad, sin embargo sabía que algo podría hacerlo quedarse ¿Qué será?¿Qué será?

Así es como se preguntaba a si mismo sentado en el tronco del sauce, y dejaba todo atrás para volver al habla que había perdido para mimetizarse entre las masas de trabajadores. Había estado en el ferrocarril, luego como cartero de Santiago centro y había terminado en la imprenta. Ahí se enteró lo que valían esas letras unidas  que dan ideas.

En el silencio escuchó un arroyo de agua a lo lejos, unos cuantos metros si, lo buscó y encontró un hilo transparente que corría cálidamente. Aunque tibia, al beber, lo refrescó por completo, se durmió y despertó cuando ya se acostaba el sol; ya sabía lo que haría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario