miércoles, 4 de julio de 2012

Las aventuras del hacha maldita (I).

Cuando estaba en la tierra y aún esparcida por la amplia veta de mineral de hierro, esa vieja hacha que ves ahí jamás se imaginó por lo que pasaría. Fue una discusión , afortunada para ella, pero no para uno de los hermanos que sacaban el hierro porque murió; si no hubiera sido por eso no habría viajado tanto por el mundo ni visto tanto, cosas buenas y malas.


No es fácil escribir la historia de un hacha, se hace difícil hacerlas hablar, son gente muda, casi muda si es que no sabes descifrar sus profundas cicatrices y hendiduras. De tanto observarla logré adentrarme en sus sueños del reposo.

Lo que más placer le da son sus inicios, una vez que el herrero logró fundir el material y lo juntó en una barra y, golpe a golpe, le fue dando su forma: curva por el filo y pesada por el otro, de manera que con un buen mango era posible partir todo un tronco de una sola vez; una herramienta para hombres de verdad.

Su dueño, en realidad dueña porque quedo viuda. Su marido había ido a comprar al pueblo pero como llovía y debía bajar por un barranco, cayó con la carreta cerca de cincuenta metros, a los días lo encontraron todo quebrado y agonizando. La mujer lloró pero debía subsistir, no tenía animales, también había caído su caballo, pero tenía solo la pesada hacha recién comprada el mes pasado.

Tenía el bosque y los pájaros, sus gallinas y pavos. Comenzó a practicar entonces con su herramienta, con ramas pequeñas se hacían astillas al instante, con troncos no se demoraba más de dos segundos en partirlos, voluntad y herramienta de hierro se hermanaron y por toda la comarca se hizo renombre de la leñadora, su fortaleza y su leña perfecta para meter en la chimenea de la comunidad.

Tanto fue que se comentaba de ella, que le mandaron llamar desde la gran ciudad, el rey necesitaba alimentar sus cocinas, sus chimeneas y abrigar a toda la corte. Ella se encargaría de comandar una legión de leñadores que con su brutalidad sabia comerían los bosques de toda la zona, el hambre del fuego insaciable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario