martes, 17 de julio de 2012

La sopa de piedras.

 
Al principio lo miré de lejos y dije que ya estaba haciendo tonteras el diablo este, demás que me podría reír un rato y, tanto mi curiosidad como mi tiempo abundan últimamente en demasía, me acerqué a ver que andaba cocinando mi amigo Pedro. 


Ahí estaba, métale agachándose y metiendo palitos a un un incipiente fuego anidado entre unas cuantas piedras. Cuando llegué todavía no empezaba a hacer nada más, entonces voy y le pregunto.

- Amigo, ¿Que hubo?

-Acá pues Josecito, tamos haciendo el almuerzo para hoy día, ¿está muy ocupado compaire?

-No, pa na, andaba paseando no más; si me quedo en la casa la vieja me reta, usté sabe, en esta época como que los hombres estamos mandando re poco.

-¡No me diga! Así es la cosa pues, pero sabe, lo invito a hacer el almuerzo.

-¡Eh! ¡Bueno! ¿Qué le hace el agua al pescao? Y ¿Qué vamos a hacer, tiene la olla y todas las cuestiones para echarle?

-Simple pos compadre, tenemos esta olla (me muestra un cacharro de aluminio de unos diez litros), agua, sal y piedras; con eso tenemos todo lo necesario.

-Onda una ¿sopa de piedras? ¿Qué gracia tiene eso por la rehucha po?

-Un buen almuerzo, sano  nutritivo, ya verá.

Entonces fui a buscar agua donde la vecina en unas cuatro botellas de coca-cola de dos litros, en dos viajes. Le pedí a la vecina de la esquina de la plaza que me convidara agüita de la manguera. Me miro raro, ¿y que van a hacer los huachos? Le dije que sopa de piedras. Me preguntó que ¿qué le lleva la sopa de piedras? Agua y piedras le dije. ¡Ah! pero le sale un poco mejor con un poco de arroz. Así que me paso algo así de una taza del cereal en una bolsa de papel tucapel.

-¡Ya! Con esto tenemos algo más de sabor, con estas piedras limpiecitas quedará filete- me comentó al llegar mi amigo Pedro.

Al ratito comenzaron a pasar las vecinas, unas a hacer algún trámite, otras a hacer las compras del día. Mientras hervía el agua, que se demoró bastante (como cuarenta minutos) en llegar a su punto de ebullición, nos pasaban preguntando que cocinábamos.Todas las viejas, terrible copuchentas, decían que aquí que allá, que le faltaba esto y lo otro. La cuestión que al final la sopa de piedras quedó como sigue:
  1. Unas cebollas: doña Lucía había pasado y vuelto, de la verdurería trajo un par de cebollas porque dijo  que le tincaba caleta probar la sopita.
  2. Unas diez papas: mi hermana, la  Dani, me vino a buscar a almorzar donde mi mami, pero se quedó mirando y fue a robarse unas papas de la casa. Total, dijo, es mejor que el arroz con huevo.
  3. Una cabeza de ajos, con una mata de apio: el tata Lucas me dijo que fuera a pedirle a su señora que los sacara de la chacrá. Fui y de vuelta me acompañó doña María.
  4. Un paquete de cabellos de angel: fue con lo que se puso el cura para bendecir la comida, es más lacho, quería puro cuartearse a las chiquillas que pasaban del colegio.
  5. Ají de color, un par de tomates: acá, todos los que ya estabamos cocinando quedamos de acuerdo en que faltaba, así que que hicimos unas monedas y nos fuimos a comprar los ingredientes.
  6. Un pollo: cuando estaba comprando, me encontré con mi tio, me preguntó que hacía, le dije, el dijo que demás se ponía con un pollito para que la sopa tenga más potencia. 
Con esos ingredientes básicos, un poco de sal. Después de cerca de una hora la sopa de piedras estuvo más buena que el pan con chancho. Todos nos repetimos el plato y hasta sobró para más rato. Buena la hizo el Pedro, el mas vivo del barrio.

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