martes, 31 de julio de 2012

Deshojada, atrás en el tiempo.

 


Me declaro completamente ignorante en temas de libros, literatura, poesía, lo que sea. Me carga leer, me carga escribir. Pero a veces, los sucesos insignificantes me fascinan, tal como ocurre cuando me he quedado conversado con mi vieja en el desayuno y salgo atrasado a tomar la micro.


Es una característica especial que el caos no se encuentra en el centro de las ciudades, a medida que nos alejamos es posible observar la multiplicidad de historias que se entrelazan, que suceden al mismo momento en forma descontrolada, no hay vigilancia y la expresión de cada individuo se torna con características inusuales.

Tanto es así que existe una clara diferencia entre tomar una micro o el metro, tanto es así que es diferente viajar por los bordes, desde el borde al centro, que solamente viajar por el centro, tanto es así que vivir en los sectores marginales es como sembrar la tierra con guano fresco todos los años, todo explota, todo vibra.

A pesar de no querelo, en la misma micro fue que encontré un curioso papel, desprendido de algún libro perdido, con dueño desconocido. Una dedicatorio de un muchacho a una niña, diciendole que la ama pero que no sabe como decirle que la ama, ¿cierto? Haciendo referencia a un poema con número romano (lo dejo como tarea encontrar cúal es).

Ya, pero lo increíble es que, como fue tanto el impacto de haberla encontrado, se me revolvió la cabeza pensando sobre la identidad de este intercambio, del porque Carolina perdió o vendió o regaló el libro y por qué la persona que subió antes que yo sacó la hoja del libro, hoja que tiene una historia 15 años atrás. Al final no quería saber más, pero el fluir de mi devenir me hizo presenciar un cuasi atropello del chofer de la micro a un padre descriteriado con niño en brazos y cruzando con luz roja, me bajé en el metro y esperando la tranquila pureza del transporte hay un hiphopero y luego sube un enano vestido con cotelé, pensé ¿en qué puede trabajar un enano? Estando a punto de preguntarle pero sería demasiado sin respeto.

Ya dentro del anillo Vespucio todo se calmó, solo me queda por investigar la historia de la hoja encontrada y el poema.

Deshojada, atrás en el tiempo.

*
Carolina:

Probablemente te parezca extraño que te regale este libro y, sin lugar a dudas, asís es. Sin embargo también ha sido extraña la forma en que nos hemos conocido, por tanto me siento con el derecho de regalártelo, si es que tengo algún derecho.

La palabra es inmutable y permanece a través del tiempo, superando cualquier cirscunstancia. Por esta razón y otras más que quedarán en lo insondable del sentimiento es que te regalo este libro. Espero que en los momentos difíciles que enfrentes, que deseo de todo corazón sean muy pocos, tomes estas páginas y las leas para tranquilizarte y reencontrarte contigo misma.

Para mí ha sido espectacular conocerte y saber como tú dices que siempre vas a estar ahí. Ese espacio tu también te los has ganado y, de hecho, cuenta conmigo incondicionalmente.

En realidad, no sé que destino tendremos tú y yo. Sólo sé que eres una de las personas más hermosas y encantadoras que Dios ha puesto en mi camino. Y cuando sea el día en que el mundo celébre el nacimiento del Señor, te recuerdo y te deseo toda la paz y felicidad que necesites.

Te quiero mucho.

Feliz Navidad 1997.

PD: leer el poema XLIV.



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