martes, 31 de julio de 2012

El sabio de Siracusa. [2]


El padre se levantó al ver que caminaba hacia él un hombre con aspecto de sabio, sospechó profundamente que era el sabio de Siracusa, por lo que llamó a su hijo para que se acercase.


-¿Maestro Arquímides, cierto? - le preguntó cuando este ya estaba a un radio de unos cinco metros de distancia.

-El mismo, a tu servicio, ¿es este el niño del cuál me escribieron hará unas lunas?

-Es él, desde Macedonia hemos tenido un largo viaje guiándonos por el renombre de unos  de los más notables de estos tiempos. Los dioses han bendecido esta ciudad con vuestra sabiduría y, desde nuestro pueblo, esperamos que pueda iluminar a este muchacho para que también nuestra tierra sea bendecida.

-¡Así será!-lo dijo agitando firmemente el mentón-. He observado a tu hijo  y presenta las principales cualidades. Déjalo con nosotros y será bien enseñado y engrandecerá el espíritu de sus contemporáneos, te lo aseguro.

Así fue como es que el descendiente de Elnas, el conocido Elnas por sus increíbles discursos sobre cualquier tema que le presentasen, comenzó su etapa de aprendizaje con uno de los maestros más connotados.

La pedagogía de Arquímides era conocida por su característica de, más que apagar las innumerables preguntas las hacía arder con una locura espantosa que aumentaba aún más el hambre por saber.  Un estudiante excepcional, además, a ojos del maestro, estaría atento y le enseñaría todos los trucos.

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