viernes, 6 de julio de 2012

Las aventuras del hacha maldita (II).


La batalla en el último bosque.
 
La muy maestra del hacha cumplía su deber a cabalidad, no dudaba cuando el visir del rey la enviaba con su tropa de elite a recoger la madera de de los bosques que quedaban tanto en la costa, como los que se alimentaban de los ríos. Pasaron los años y su ejército crecía como la mala hierba. Los bosques se acababan rápidamente por entonces.


No le importaba, si tenía que viajar los meses que fueran para recoger los últimos rastrojos de bosques, lo hacía. El poder que sentía al agitar su hacha no lo podía describir, pero toda solicitud a hacía con ligereza, hasta que el gran visir llegó a ella con preocupación.

El país se había convertido en un desierto congelado. Más al norte estaba la montaña y el bosque de la montaña, pero en ese bosque habitaban los seres más feroces que los humanos de entonces, eran osos casi tres veces el tamaño que podemos encontrar ahora. Y sus dientes y garras inspiraban el temor de todos. Pero no era eso lo que detenía a Artía y sus señoras salvajes, ir contra los osos era ir contra su estandarte.

Su símbolo, su estandarte, lo mas sagrado que les movía a todas, arrasar con el último bosque y los osos. No habrían más ceremonias secretas con el rey de los osos, el más poderoso y feroz, con el que compartían la sangre y se hacían hermanos. Pero la batalla llegaría, la orden estaba dada, acabarían con ellos; derramando sangre  por primera vez. De leñadoras a guerreras.

Diez mil osos salieron a defender su hogar, el bosque y la montaña que les daba su vigor, tres mil leñadoras y leñadores les enfrentaron. El rugido de las bestias había hecho huir dos mil, pero con solo levantar el hacha reluciente e histórica el ánimo de todos subió por mil y los osos comenzaron a caer, también los hombres y mujeres. Sin embargo la rudeza de Artía les hizo prevalecer hasta que la última unidad de ambos bandos caía.

Era el gran Turdan contra Artía que luchaban, rios de sangre corrían, cabezas  gigantes con cabezas pequeñas pero tan rudas como las otras se acumularon durante esa batalla. Pero todo el impulso, la fuerza, la voluntad de la poderosa mujer no pudieron contra las garras de hierro, antes de lograr levantar una vez el brazo Turdan cortó en dos a la mujer. El hacha pasó a manos del oso, llegó la edad de los osos.

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