viernes, 15 de junio de 2012

Con cuidado ranita.

Nunca podré decir que fue mi elección estar aquí. Solo encauzaron mis acciones porque yo era la única persona responsable dentro del grupo y con tiempo para hacerlo todo. Había dejado de estudiar, no buscaba trabajo en ese entonces porque no me interesa darle mi sudor a algún miserable.



Si, no es que no haga nada, solo que dinero no hago, viajo por las ciudades y los campos conversando, hablando con personas claves dentro de diversas agrupaciones, me han encargado buscarles y hablarles de futuros trabajos en conjunto. Les enseño a mantener la conexión por internet, mantenerse informados e informando la red, no es simple dar el salto. En ese sentido mi deber es quedarme hasta que se aprendan.

Si supiera la policía en que ando, cual es el plan que provocan mis acciones, no dejarían de vigilarme. Mas me tienen por un vago que anda de aquí para allá, es lo que cuentan los informantes infiltrados en ella. Un alivio para mí, porque puedo escribir la poesía en mis momentos de reposo, mientras viajo, de lo que hago.

Ellos hicieron que terminase gustándome lo que hago, cuando me ven me abrazan. Cada vez me voy convenciendo que transformará en mi elección continuar haciéndolo. La organización ha crecido y eso me tiene contento. Los viejos a veces me miran con desconfianza, creen que generaré una escisión terrible, es lo que hacen ver en las asambleas en donde finalmente vuelvo a ser elegido.

Ya no estoy solo, trabajo con un equipo de compañeros que han aprendido la misma labor que a nrealizo, el camino trazado lo recorren de ida y vuelta. Somos las hormigas de la revolución. Lo que vemos o hablamos cuando nos reunimos es que somos los provocadores de despertar el flujo vital de este mundo.

Por eso ya no me importa morirme de viejo. Quiero poder seguir viajando para conocer buenas ideas, gente violenta, gente creativa. Pero también valoro la respiración profunda que me dan los paisajes inconmensurables de los cielros plagados de estrellas, bosques que crecen entre lagos y montañas. La vida mínima que se va entrelazando entre todos.

Siempre que llego a una laguna trato de adivinar la cantidad de ranas que croan en ese concierto estridente que llevan, digo cien mil, pero siempre es más; es el poder de un millón de pequeños pulmones escuchando el resto de vocalidades ligeramente distintas pero similares.

Si se seca la laguna, las ranas se acaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario