A lo que nos entrega calidez en la piel es el Hermano Sol, lo que no toca su luz es la Hermana Sombra, ambos nacieron a la vez de la madre en los inicios de los tiempos y desde entonces se encargan de cuidar todo lo que ves. Cada árbol, las enredaderas que se agarran de cada rama, las hojas grandes y chicas, insectos y bichos de todo tipo, animales que puedes contemplar y ver algo igual a tí es porque se parece el pelo, los ojos, aunque sean otros. Cada uno de ellos tiene un espíritu que rodea cada copia de ellos, con su propia especificidad. Como los Hermanos, ellos nos cuidan y nosotros podemos vivir bien, en armonía, no como antes cuando había caos y nosotros no estábamos en la imaginación de ellos.
Pero aún no sabemos si adorarles, que darles a ellos, que quieren. Están en su silencio de siempre, pero ahí están, puedes sentir como cada partícula vibra con el cambio de ellos. Son parte del todo, nosotros también, pero no tienen lo que tenemos nosotros, llamamos con palabras a las cosas, hacemos esos sonidos que nos provocan a hacer más sonidos; con nuestras bocas, cada objeto que tocamos los golpeamos, rozamos y ellos hablan como con nuestra boca. Tal vez nos hablan por los terremotos, tormentas, el viento, lo que suena por si mismo, pero no lo entendemos todavía. No sabemos que decidir.
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Nos habla con su silencio, nos condena con sus tormentas de arena. Es de temer, pero todavía no sabemos para que estamos, para qué nos quiere a nosotros los que hablamos, los que hacemos. Seguimos desarrollando nuevas vidas y enseñándoles a agarrarse de las rocas, moverlas y descubrirles, forzarlas a encontrar los alimentos, cada animal que cuidamos es para nuestro cuidado. Es, al final, todo lo que sabemos; también la memoria de nuestros antepasados. Nuestra gloria es acá.
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¿Qué hacemos con ellos? Si escuchamos sus reflexiones sobre el mundo que les rodea, desierto o bosque, los hombres se han formado, ha llegado la cadena evolutiva en la tierra a la capacidad de generar su propia punta de lanza y nosotros, como vigilantes debemos decidir. Intervenimos ahora y cursamos su búsqueda, nos hacemos representantes de sus figuras o ideas y provocamos su surgimiento. ¿Con el riesgo de que las civilizaciones que desarrollen lleguen a su propia autodestrucción? O ¿Los dejamos deambulando con sus meditaciones sobre la naturaleza, dejando al olvido lo que en realidad pueden hacer con ella? La segunda opción sería decepcionante para nuestra búsqueda porque no nos ayudaría a encontrar que fue lo que nos hizo.
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