sábado, 6 de octubre de 2012

Esfinge



Edipo, el hombre que había matado a su padre -pero no lo sabía- sabía que si seguia por ese camino se enfrentaría a ese ser extraño que el reino de egipto había enviado a asolar la zona. Dado que el pueblo de Tebas se negaba tajantemente a negociar con un pueblo asolado por el misticismo.

Desde  las remotas tierras del interior de la antigüa África la partida de los mejores cazadores de faraón fueron en búsqueda de esas criaturas míticas, se decía que eran las madres de todos los felinos, pero su ferocidad era multiplicada por un millón. Las esfinges, reinas de la sábana, eran las bestias más difíciles de cazar, la idea de capturarlas vivas era completamente inaudita. Pero eso fue lo que dictaminó el sacerdote de Horus, para someter ese pueblo tan extraño al otro lado del mar, el que fundó el legendario Cadmo, debían de condenarlos a encontrarse con la bestia más temible de esa época.

Desde el monte Ficio, rodeado por el camino a la ciudad griega, miraba la bestia al horizonte. Al ver una figura delgada, se le despertó el apetito. La bestia no solo era una animal hambriento de  carne, en ese entonces algunos seres tenian la capacidad de hablar con los seres humanos, hablar era algo común entre muchos seres vivos. Luego hubo una guerra a la que sobrevivieron los hombres pero eso es otra historia. Ella había jurado a Tebas, a la asamblea, que no mataría humanos si lograban resolver los acertijos que les presentara a los que pasen por el territoria que cuidaba.

Esperó a que avanzará y vió que era un muchachito de unos veinte años nada más. Bajó tranquilamente, sabiendo que no le vería dado que se camuflaba perfectamente entre la vegetación. Su institnto cazador le ayudaba mucho para dar la sorpresa a todos los caminantes. Desde que hizo aquel trato con los pobladores, que se pasaba el tiempo mascullándo acertijos. Tenía unos cuantos preparados y, como desde hace varios meses que nadie se atrevía a pasar por  ahí, ya era un camino prohibido, no había podido hacer ejercicio de sus novedades.

Edipo, que era un muchacho fuerte de todas maneras, le había parecido extraño no haberse encontrado con nadie en todo ese tiempo. De los comerciantes sabía que usualmente, o que era posible, encontrarse con más caminantes llevando alguna artesanía, algunas pieles o simplemente hombres sabios que necesitan viajar constantemente para alimentar sus pensares. Se encontró que a unos treinta pasos había una criatura que le miraba, tenía aspecto de gato pero también el rostro de una mujer con una mirada sospechosa, maligna.

La ironía máxima, se sentía una bestia humana luego del trágico accidente en que tuvo que asesinar a ese anciano, nunca lo había hecho y era lo peor. Ver a ese ser, sin duda mítico porque no lo conocía en toda su vida ni de palabra ni de vista, era como verse a sí mismo. Pero no era él mismo, otra cosa era lo que le miraba, su espinazo tembló de miedo al verla levantarse.

-¡Hola mi huacho!¿Cómo te va?

-¡Buenas tardes! ¿Quíen eres?

-Yo soy la esfinge, la reina de este lugar, no se mueve una hoja sin que yo lo sepa, nadie atraviesa mi reino sin que se lo permita.

-¡Vaya! Entonces, ¿tengo que pedirte permiso para andar por este camino? No lo sabía, nadie me lo dijo, he estado huyendo.

-¿De qué?

-No... nada. Es personal. ¿Me das el permiso?

-Bueno, pero antes tienes que responderme un par de acertijos. El trato es que si los respondes te dejo pasar.

-¿Y si no le acierto?

-Pues obvio, te como.

-¡Así que mi vida depende de lo que te responda!

-Es el trato, tómalo o devuélvete.

-No puedo devolverme, dame un tiempo para decidir.

Se apartó un tramo Edipo para pensar. Le preguntó a su demonio si debía aceptar el reto. Este, siempre cuestionándole sus acciones tan clásicamente impulsivas, le agradeció la consideración. Pero contradictoriamente a lo que esperaba que le dijera Edipo como buen consejo, le dijo que se atreviera, que lograría superar los extraños pasajes lingüisticos de esa bestia maligna. Ya más seguro volvió al lugar de encuentro.

-Estimada...

-Esfinge.

-Esfinge. He decidido arriesgar mi vida para seguir mi camino a Tebas.

-Tu escape a Tebas. Huelo a asesino de hombres.

[¿Lo sabrá?¿Se habrá dado cuenta tan pronto?¡Bestia fatídica! Edipo, debemos hacer lo posible para acallarla.]

-Esfinge, solo huyo por pensar distinto de esa ciudad intolerante. Adelante con tus acertijos.

-Esta bien, cada quien tiene sus secretos. El primero dice ‘¿cuál es el ser vivo que al amanecer se levanta y anda con cuatro patas, al almuerzo camina con dos y al atardecer con tres?’

[¡Maldito demonio!¿Qué puedo responder? No es ni  pájaro, ni perro, ni serpiente.  No es una cosa porque se mueve, camina. Tampoco una idea o un lugar. Edipo, puede ser algo como tú. ¿Un yo? No, tonto. Un humano, el hombre nace y anda con cuatro patas cuando es recién nacido, camina con dos durante su juventud y con tres durante la vejez. ¿No será eso? ¡No es más que eso pues!]

-Esfinge, tengo la respuesta.

-Dímela entonces.

-Pero antes, quiero saber si es solo un acertijo o algo más.

-Siempre hay algo más.

-De todas maneras te lo digo: es el hombre. Cuando niño gatea, cuando jóven camina y cuando viejo anda con bastón.

{Se enfuerece la esfinge, se llena de rabia, demasiado fácil, demasiado simple}

-Si, está bien, pero era muy fácil. Te daré otro acertijo y te dejo pasar. ‘Hay dos hermanas, una engendra a la otra y luego esta engendra a la primera’ ¿Qué es?

[Es un objeto, también un suceso. Siempre es, siempre pasa. Si la primera pregunta hablaba del hombre, la segunda ¿de qué hablará? ¿Podrá ser el rio?¿Podrán ser las aves?¿Podrán ser los peces? Edipo, calma, lo único que conocemos que da lugar a otro y ese otro da lugar al primero es simplemente el día y la noche, las dos hermanas de las que habla esta bestia. Pero Edipo, no le respondas todo, solo dile el día, te atacará]

-Esfinge, la respuesta es el día...

-Entonces, estimado jovenzuelo, deberás morir, respuesta incorrecta.[No esperó un segundo, saltó]

La esfinge se abalanza de un salto sobre su presa para saborear sus carnes.

-... Y la noche esfinge, las dos hermanas que se hacen a sí mismas la una a la otra.

Levanta la espada y se la clava en un costado a ese ser mítico. La hiere y esta sangra, como cualquier ser vivo.

-¡No puede ser! ¡No puede ser! Han respondido a mis dos acertijos más difíciles y más encima me hieren.

{Huye esfinge, ese hombre asesino te dará caza hasta acabar contigo. Todo tu poder es vano, el juramento que hiciste está sellado por los dioses, es intocable, te hará morir.}

Edipo, el jóven asesino, la ve herida y la persigue. La bestia corre desesperada y enloquecida sin saber por donde, por el barranco salta y cae en su locura sobre las rocas, despedazada. Es así como murió la última bestia terrible del África.

Llega a Tebas, al verlo aparecer por el camino que desde hace años nadie se atreve a tomar, van a recibirlo. De alguna forma milagrosa ese hombre desgarbado ha salvado al reino de la desolación provocada por el hambre de la bestia africana. Lo nombran salvador, hacen una fiesta en donde conoce a Yocasta, mujer madura pero aún hermosa, se enamora de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario