¡Salud! -gritaba a todo pulmón
¡Alegría! ¡alegría! era el estribillo de su tonadita.
Movimientos de cadera y manos alzadas- se veían desde mi posición.
¡Guárdame un lugar! -Me pidieron.
Sin quererlo, estaba al medio de la pista.
Cantando, gritando, aplaudiendo, saltando, riendo… y compartiendo con todos.
Lo tenía todo para ser una gran fiesta, solo por un detalle.
Eran las 12:30, hora de almorzar, de un día martes, en la calle mas transitada, en pleno centro de santiago.
Además, el gestor de la fiesta, vestía harapos, estaba solo, sucio, mal oliente, olvidando el hambre quizás.
No lo entendieron.
Arbitrariamente, la celebración se acabo.
Llego la policía y con ellos se fue...
Nuestra fiesta imaginaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario