La
ventana de la pieza de Dante estaba abierta tratando de capturar algo
que el viento de septiembre traía como novedad a todo Santiago, pero que
se disfrutaba más con un panorama fresco que dan las montañas y cerros
que rodean el valle de Puente Alto. Si, Dante pensaba en las pequeñas
diferencias que notaba con sus compañeros del colegio allá en el centro
de la ciudad, se decía que los del centro se dedicaban más a representar
el ser, a cambio sentía que él mismo y su barrio se dedicaban más a
vivir el ser.
Pero
más pensaba en Carolina, que le descolocaba por todo, que lo tenía como
rata acorralada con tanta sonrisa que le daba, con tanta palabra. Sí,
sus pensamientos volaban y esa chica era el polo de su atracción. Dante
oraba a Dios para que le diese la valentía de poder decirle, expresarle,
todos sus sentimientos pero se sentía un cobarde. ¿Qué hacer para
decirle de manera cautelosa todo lo que le asombraba de ella?
Comenzó
a cranearse la manera de hacer aquello, se levantó de la silla del
escritorio y dió una, varias vueltas, nada se le ocurría, salió al
patio, a la calle. Respiro, se sienta, piensa en la clase del profesor
Romero. Sus clásicas recomendaciones de hombre viejo, era divertido como
las contaba, siempre les decía que regalar flores a la mujer de los
sueños era como regalar golondrinas, que podría ser lindo pero causaba
la huida del objetivo una vez que dejaban de mostrar su brillo; decía
que siempre lo mejor era ir directamente, encarar y soltar el borbotón
de palabras que tratasen de decir todo lo que se pretendía decir; pero
también decía que algo ayudaba dedicar un poema, un libro de poesía.
Corrió
entonces en búsqueda de su madre, no tenía una biblioteca de donde
sacar un libro, tampoco dinero para comprar. Sabía que su mamá tendría
algo de ahorros en su tarrito secreto, ¿le daría algo de dinero si le
pedía así sin más o debería contar todo lo que sucede?
-¡Mamaaaaa!- llamó tratando de ubicar donde se encontraba su madre.
-Siiii,
¡hijo! Estoy acá atrás en el patio.-Dante se dirigió al patio para
hablar frente a frente con ella, sabía que, aunque no le diga todo, su
madre podría interpretar todos sus gestos.
-¡Mamá! Necesito algo de plata, ¿me puedes dar?
-¡Claro! Pero, ¿para qué sería?
-Secreto.... O sea, es para comprar un libro.
-¿Tú, un libro? Y eso, ¿de cuándo?¿Qué bicho te acaba de picar?
-Es que quiero regalarlo, para navidad.
-¿Una niña?¿Eh?¿Estay enamorao?
-Mmmmm, si, o sea algo.
-¡Ah! Mi nuera, tráela. Me gustaría conocerla. Te daré la plata, se me ocurre que bicho es ese que anda revoloteándo.
Dante
salió después del almuerzo, tomó la micro a Puente Alto. Esperaba poder
encontrar abierta la librería del viejito que siempre veía sentado
junto a su puesto cada vez que pasaba con su madre a la feria del
sábado. Esperaba que tuviera algún libro bueno, barato pero bueno, que
le ayudase a decir todo eso que no sabía comom decirle a su Carolina.
-Eso es Neruda, Cien sonetos de amor, a cinco lucas, lo dice todo- le respondió don Pato una vez que le hizo la consulta.
-Tengo
cuatro, ¿me lo deja en cuatro lucas?- el arte de regatear, en la feria
lo había aprendido de su madre, sabía que se podía. Además quería
dejarse mil pesos para pasar por un completo y una bebida.
-¡Claro cabro! Sin problemas, eso sí no te doy boleta.
-¡Ningún problema!
-Antes, te recomiendo, de regalarlo a la niña léelo, escoje uno y se lo dedicas.
En
casa se puso a leer tranquilamente el libro. De todos le quedó gustando
mucho el soneto XLIV (cuarenta y cuatro en romanos), le perturbó de tal
manera que dejó el libro y no durmió. Al otro día, era un sábado, llamó
a Carolina para que se juntaran en la plaza Almagro a conversar. Llevó
el libro, pero aún no se decidía a escrbirle nada. Se sentó en el banco
donde habían quedado de acuerdo para juntarse, antes de que llegase
debería tener listo el presente. Comenzó.
Carolina:
Probablemente
te parezca extraño que te regale este libro y, sin lugar a dudas, asís
es. Sin embargo también ha sido extraña la forma en que nos hemos
conocido, por tanto me siento con el derecho de regalártelo, si es que
tengo algún derecho....
No
sabía nada de su futuro más que el presente inmediato, pero pensó en lo
que sería cuando grande. Se vió casado con Carolina, algún hijo,
paseando. Pensaba en que sería feliz, hasta los cincuenta. Que el libro
sería todo el inicio de la historia. Que... Ahi venía ella, la cabra
linda.
Escribir es algo que puede
hacer cualquier roto
con el alma quebrada.
Pablo de Rokha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario