Se
puede decir que Martín Sails escapó del pueblo para no sentir la
veguenza de ser apuntado por la gente frente a su fracaso amoroso, le
amaba desde niño y en el momento en que se le declaró fue rechazado,
profundamente rechazado, despreciado. De una pena tremenda pasó a una
rabia digna, sentía perdidos todos aquellos años acumulados que su
timidez le impedía decir.
Partió,
partió Martín Sails a la ciudad para olvidar. Y había un gran
movimiento humano porque las tropas del ejército estaban hambrientas de
hombres para la guerra, la guerra de todas las naciones que se
desenvolvía aún lejos. Ese fue el primer destino de Martín Sails,
enlistarse y aprender a manerjar un arma. Pronto se supo, lor rumores
corrían rápido, que Martín había trabajado en la oficina de telégrafos
de su pueblo, por lo que subió de rango y fue establecido en el área de
comunicaciones.
Victoria
Rodriguez había recién salido del colegio, le había pedido a su padre
que la inscribiera en el instituto de telégrafos. Por lo que, en el
curso de unos seis meses había logrado dominar con creces las
posibilidades de comunicarse con puntos y rayas. En Ciudad de México,
ella era una de las tantas señoritas que durante la guerra quedaron
contratadas para recibir los telegramas desde el otro continente,
noticias, tratados políticos, muertos, batallas perdidas y ganadas era
lo que se recibía en esos agitados días.
A
veces Victoria debía quedarse a hacer turnos, lo hacía con gusto pues
su hermano era uno de los quinientos voluntarios mexicanos que habían
partido a luchar contra ese tirano de Hitler. A su hermano lo quería
mucho, pues habían pasado toda su infancia jugando en el patio, no
descanzaban desde que salía el sol hasta que se ponía. Deseaba con toda
su alma saber de él pero no saber malas noticias, no ver el ‘..-. . .-..
.. .--. . .-. --- -.. .-. .. --. ..- . --.. -- . -..- .. -.-. ---’
pasando por la cinta de papel.
Carentan,
cerca de Normandía, es día domingo. El sargento Zegel al mando de las
tropas de voluntarios del mundo, cruza la sala de comunicaciones
apurado, un papel un su mano apretada apenas se muestra. Ve a Martín
Sails sentado, tomando una taza de café para calentar el cuerpo.
-Cabo Sails, ¡Buenos días!- Martín se para y le saluda con el gesto militar.
-¡Buenos días sargento Zegel!¿Alguna notica que comunicar?
-¡Pues claro, a eso vengo!
-Adelante, dicte las palabras, en unos segundos llegarán a destino.
-A
Ciudad de México, debes comunicar el lamentable deceso de tres soldados
de ese país: Daniel González, Hernán Díaz y Felipe Rodriguez. Allá
deben recibir y comunicar respectivamente a sus familias que se
comportaron digna y heróicamente, que serán recordados por su gran
aporte desde que llegaron las últimas batallas.
En
Ciudad de México era temprano, hace poco que había amanecido y las
campanas de las iglesias para las primeras misas de los madrugadores
resonaban entre toda la ciudad, en la plaza la oficina de telégrafos
estaba encendida, disponible a recibir las noticias del mundo entero.
Era el turno de Victoria y había pasado toda la noche despierta, estaba
casi durmiendose de aburrimiento cuando escucha la maquinita que recibe
la comunicación y parte corriendo. Es de Carentan, cerca de donde habían
enviado a las tropas mexicanas, seguramente tendría noticias tal como
le había avisado el muchacho al otro lado el océano. Martín le habá
prometido conseguir noticias de su hermano a toda costa, era simpático y
le caía bien pese a no conocer su aspecto. Desde hace unos días que se
mandaban mensajes saludandose.
Martín
sabía que al otro lado estaba la hermana del último soldado, era un
dilema porque debía cumplir el deber pero no quería hacerle daño a la
jóven que recibía la noticia tan directamente. Se preguntaba si sería
capáz de pasar esos signos a letras, si soportaría toda la pena para
lograr comunicar la noticia y soportar el choque. Sabía que el último
soldado era le más querido de esa chica y que el dolor sería tremendo,
sin embargo comenzó a escribir los nombres de los caídos en batalla uno
por uno.
Puso
un ‘.- - . -. - .-’ para que prestara atención, escribió el nombre de
Felipe y por último escribió ‘.-.. --- ... .. . -. - ---’. De verdad
lo sentía. Recibió un ‘-.. --- .-.. --- .-. --..-- .-.. --. .-. .. --
.- …’ expresando el sentimiento. Martín le devolvió un ‘.- -... .-. .-
--.. ---’.
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